Super Kawaii Cute Cat Kaoani

viernes, 2 de febrero de 2018

No puedo más.

Estoy cansada, y no tengo a nadie a quien culpabilizar, aún sabiendo que culpabilizar no está bien suele ser fácil hacerlo. Ni si quiera puedo desquitarme con mi vida, con mi suerte, no soy el prototipo de chica desgraciada. Sólo soy una chica más del montón, que no sabe controlar ni medir porqué sufre.
Porque sufro yo, es mi propia condena mental, a pesar de mis mil intentos por dejar de hacerlo.
Ansiedad, depresión, o el diagnóstico que  sea que pueda definir esta sensación horrible, siempre volvéis. Me lo estáis demostrando de forma muy frecuente.
He perdido las ganas de todo. Estoy en el hoyo mental más profundo, y aunque tengo manos a mi alrededor, no las alcanzo; no me llegan a sacar de aquí.
Yo, y sólo yo, he convertido a la persona que más me ha querido y cuidado nunca, en alguien a quien ya no quiero igual. ¿De donde viene esto?
¿Por qué estoy tirando lo que siempre he deseado? ¿Cómo se puede aceptar eso? ¿Cómo puedo convivir con este peso?
Si deshecho lo que siempre he querido, no sé lo que quiero, he perdido el sentido de todo.
Me dicen que todo no es real, que es ansiedad, que los pensamientos hay que eliminarlos. Pero los siento tan reales, que ya ni las pastillas acaban por calmar.

domingo, 29 de octubre de 2017

Personas Sensibles

Tengo la mente más compleja y más simple del mundo, dependiendo del momento, dependiendo de la perspectiva.
Se me hace feliz con cosas pequeñas, pero también me pongo triste por cosas sin tanta importancia externa. Tanto es así, que estoy cansada de escuchar "piensas demasiado", "no le des tantas vueltas"; cuando los demás no saben que realmente disfruto de las montañas rusas internas, forman parte de mí.
Siempre menciono la palabra estabilidad como una meta, algo que me gustaría llegar a tener en un futuro, pero también soy consciente de que si me siento tan viva a día de hoy es debido a mis cambios diarios.
Me gusta tener cosas que contar, tanto cosas alegres como situaciones tristes, me gusta sentir que he vivido muchas cosas.
Y no es lo mismo vivir muchas cosas que viajar a muchos sitios, porque hay personas que lo extrapolan todo a eso.
He conocido muy poco mundo, pero entiendo cuando me hablan de sentimientos, los entiendo porque he experimentado muchísimos de ellos.
A la gente como yo, nos suelen llamar "sensibles", y a día de hoy no sé todavía si considerarlo como un defecto o una virtud.
La sensibilidad hoy en día va cargada de incomprensión, y también de mentiras. Estoy cansada de que personas que no lo son realmente se tachen con esa característica, pero claro, todo el mundo puede describirse de la forma que quiera y si alguien les dice "no eres así", siempre está bien responder con un "no me conoces".
Una persona sensible no puede echar en cara a otro que no la conoce, porque ni ella misma se autoconoce. No somos personas simples a nivel emocional para saber nuestro patrón de comportamiento constante.
También estoy cansada de las veces que escucho decir "dramatizas" o los típicos "no te ralles" que ahora se han puesto de moda en todo tipo de situaciones.
Alguien dramatiza cuando agranda de cara al exterior lo que está sintiendo, alguien sensible lo expone como lo siente, aunque para otros el sentimiento no sea acorde con la situación.
Un mismo momento puede ser algo simple para algunas personas, y algo realmente agobiante para otras. La importancia de la otorgas tu mismo, o tu inconsciente.
Quizás por eso hay mucha gente a día de hoy con depresión y la causa no es siempre tener la típica vida de mierda de película.
No creáis que todos sienten igual, ni le quitéis importancia a los que otros sienten. No ayuda, sólo aumenta el sentimiento de incomprensión.

martes, 19 de septiembre de 2017

Escenas de desamor: El frío del final.

Hacía mucho frío, y le pesaba más el frío que sentía por dentro que el frío exterior. Iban de camino a la estación, probablemente iba a ser su último momento juntos hasta mediados de enero, no lo iba a ver en casi un mes, no lo iba a ver en Navidad, ni en Año Nuevo. Igualmente, toda la tristeza y necesidad de contacto que cargaba ella por éste hecho, parecía en él no notarse. El sólo hecho de darle la mano al caminar parecía  ser totalmente forzado.

Observaba a sus amigos, unos pasos más hacia delante, podía ver las miradas que compartían y las sonrisas mutuas que se daban, ellos sí se querían. No hacía falta ser muy inteligente para notar la diferencia en el ambiente, era muy palpable.

Al llegar a la estación de autobuses de aquel pueblo, y tras ir a comprar algo para comer mientras esperaban, se sentaron en un banco de piedra. También estaba frío, ni eso le hacía sentir un poco más reconfortada.
Miró a su chico, él había estado soltando de vez en cuando algunos comentarios para poder aliviar el ambiente, pero no recordaba ninguno; sólo le prestaba atención a lo que ella misma quería decir. Sabía que si no lo decía ahora, perdería el último momento de hablar en persona.

-Eh, no entiendo porqué estás así.- lo observó con intensidad y agachó la mirada.

-¿Cómo estoy?- y notó que él miraba al frente en vez de mirarla a ella.

-No eres el mismo del principio, ya te lo escribí en la postal que te hice, y tú me dijiste que me querías y que ibas a esforzarte por volver a estar igual conmigo. No he visto el esfuerzo.

-Anoche, por ejemplo, estuvimos muy bien cuando salimos.

-Anoche sí, hoy has vuelto a estar frío y seco. Te ha costado darme la mano, sólo me abrazabas cuando yo te abrazaba primero, y hasta los besos han sido muy escasos.- 
Noté como suspiraba, y salía vaho de su boca, le costaba encontrar siempre palabras que pronunciar en momentos difíciles, así que tuvo paciencia.

-Sólo estoy estresado por los exámenes, yo estoy bien contigo, no te preocupes.

-¿Estás bien conmigo? Pues yo ya no estoy bien contigo.- Le dolió mucho pronunciar esas palabras, pero sabía que era la pura realidad.

Sabía que él no contestaría nada a esa última frase y justo en ese momento sintió su autobús llegar al andén correspondiente.
Se levantó del banco con parsimonia, se reunió con sus amiga y miró una última vez a su novio. Se dieron un beso, totalmente vacío y carente de afecto, y le dolió como una estaca.

Fue el último.

Entró al bus, susurró un "no estoy bien" para que lo escuchara su compañera de viaje y empezó a sentir las lágrimas que había estado conteniendo por horas delante de él.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Escenas de desamor: Realidad opacada.

-Buenas noches.- susurró justo antes de que él se diera la vuelta en la cama para mirar a la pared.

-Oh...Buenas noches.

Se había roto algo en su interior, en mil pedazos que sabía que difícilmente podrían ser reconstruidos. La persona que decía quererla, que la había invitado a pasar esa noche con él, no la estaba abrazando ni le había dado un beso antes de irse a dormir. Tampoco la había mirado antes de meterse en la cama, y no había razón de ser en nada de ello. No habían discutido, y no entendía el vacío que la invadía.
Ni si quiera estaba intentando hacerle el amor, porque ya habían hecho algo parecido horas antes; y decía algo parecido, porque cada vez estaba más convencida de que sólo habían follado. Se sentía tan poca cosa, tan despreciada y utilizada...
No la quería, él no la quería y simplemente una parte de su corazón quería seguir creyendo que estaba equivocada.

-Oye...-y su intento de frase acabó desembocando en llanto.

-¿Qué te pasa?- Sintió unos brazos rodeándola por la espalda, y por primera vez su toque no le despertó nada positivo.

-¿Cómo puedes preguntar eso? Te has metido en la cama a dormir y no me has abrazado, te has dado la vuelta sin acercarte.

-Estaba cansado- y añadió al escuchar mi llanto cada vez más progresivo en intensidad- Lo siento, ven aquí.

No supo exactamente que pasó en ese momento para que el cerebro de ella se autoengañara con sus palabras, y su corazón se aferrara a sus brazos. Acabó quedándose dormida, bloqueando cualquier rastro de pensamiento; y sin creer que el recuerdo de esa noche la perseguiría por meses y meses después.

Incluso después de empezar a querer a otro hombre.

domingo, 30 de julio de 2017

Futuro

Hacía algo más de un año desde que todo había muerto para ella y su primer amor, recordaba todavía perfectamente el momento en el que había llegado incluso a suplicar por no perderlo del todo. La primera y única vez que se había visto en ese punto de desesperación y ansiedad.
Acabar con él por teléfono supongo que nunca fue su ideal de ruptura, en todas esas películas y libros dramáticos las cosas solían ocurrir de otra forma. Lo que sí llegó a percibir con total claridad fue aquella sensación de nudo en el estómago y vacío que tantas veces había leído, a un nivel tan intenso que incluso llego a vomitar. No había sido su primera ruptura, pero fue la primera que le dejó con ganas de morir. Que palabras tan fuertes, todavía le asustaba el pensamiento.
Tras ese punto de inflexión en su vida, había experimentado muchas cosas ciertamente terroríficas. Llegó a entender lo que era tener algo con alguien por despecho, llegó a entender lo que era depender de alguien para olvidar; llegó a entender lo que era vivir con rencor, incrementado por cada persona nueva que aparecía en su vida diciéndole ''te quiero''. Oh, llegó a odiar esas palabras y a odiarse a sí misma, pero siempre caía en ellas de nuevo.

Dió vueltas en la cama mientras intentaba dormir, presa de pensamientos sobre el pasado.
-Menos mal que cambié...

No, realmente se esforzaba en creer que había cambiado mucho, pero realmente todavía había muchas cosas en ella que seguían igual. Seguía ilusionándose irremediablemente con personas que sabían que no estaban hechas para ella, y se obsesionaba con la idea de poder hacer algo por cambiar este hecho. No sabía exactamente que clase de masoquismo le hacía sentir atraída por aquellos de mente compleja, le gustaban las personas que estaban fuera de su comprensión, a pesar de que ella quería un relación simple y duradera. Eran dos ideas que no encajaban en su mente.

-Sólo puedo aceptarme así.- y escuchó el ruido del timbre de su casa tras susurrar esa frase. Se levantó sorprendida, era muy tarde para que alguien llamara.

Había un chico en la puerta, quizás algo mayor que ella, de aspecto incierto en la oscuridad. Tenía una mirada distante, misteriosa, y sintió miedo al observar sus ojos.

-¿Quién eres?
-Futuro.
-¿Qué?
-Me llamo Futuro.

Sin duda un nombre curioso para una persona, pero intentó no sorprenderse mucho por este hecho. Seguía esforzándose por analizar al chico, pero se dio cuenta que tenía una barrera impenetrable. Justo lo que más le gustaba.

-¿Y...qué haces aquí?
-Quiero que sepas que vendré todas las noches, hasta que llegue un día en que estés preparada para mirarme sin oscuridad de por medio.
-Yo...no entiendo lo que quieres decir.
Escuché su risa sofocada por mi respiración intensa. Todo se sentía borroso, quise agarrarle el brazo en un impulso, pero no me dejó.
-Que te estaré esperando, siempre.

No sé si alguna vez habéis experimentado esa sensación de vértigo tras despertar de un sueño -creo que era un sueño- que no termináis de comprender. Las noches tienen algo que descolocan a muchas personas, y dejan ideas extrañas en su cabeza. Ella intentó no darle más importancia a su subconsciente que le llenaba la cabeza de metáforas con ideas irreales, se levantó de la cama y se dirigió hacia su escritorio a coger su móvil.

Oh, pero en vez del móvil encontró una nota.
''Equivocate hasta encontrarme''
Y de repente, lo entendió todo.



sábado, 17 de junio de 2017

Empieza por P.

Pérdida, que palabra tan triste.

Cuando escribo sobre emociones profundas siempre me cuesta trabajo encontrar palabras que puedan llegar a definirlas en una mínima parte. A veces el léxico con el que contamos no da para decir todo lo que nos gustaría, pero quiero intentarlo al máximo.
Perder puede ser un verbo usado en situaciones tan simples o cotidianas como un juego de niños, y aunque siempre suele implicar un sentimiento negativo, no siempre tiene la misma gravedad o dolor implícito.
Hay pérdidas tan leves, como la de una pestaña cayendo hacia el suelo, que no nos suponen más que un segundo de nuestro pensamiento; pero también las hay nefastas. Puedes perder un pulmón, puedes perder la vida, puedes perderte a tí mismo...puedes perderlo todo, y como todo no es cuantificable es aún más difícil de llegar a entender lo que puede abarcar.
Me quiero limitar por ahora a escribir sobre un tipo concreto de pérdida, la pérdida de personas, algo que realmente todos hemos experimentado o experimentaremos en muchos momentos de nuestra vida.
En referencia a ésto último, quizás la pérdida más extrema podríamos decir que sería la propia muerte, pero a pesar de ello, hay muchos otros tipos de formas de sentir que has perdido a alguien que ocurren de forma más cotidiana y a los que muchas veces restamos importancia.
Todas las personas establecemos vínculos emocionales con otros que pueden romperse en algún momento por mil causas diferentes; y aunque el establecimiento de esos mismos vínculos es una de las cosas que nos hace más humanos, también supone un riesgo constante. Mientras mas fuerte sea el vínculo, más te va a doler que se rompa, y por tanto, más difícil será afrontar la pérdida.
A veces me cuestiono como existen dos personas que tras cortar un vínculo mutuo afrontan la situación de forma tan diferente, y es que los vínculos no son recíprocos en cuanto a intensidad. Tu puedes considerar a una persona tu mejor amigo, y que ese amigo sólo te considere a ti un amigo más; y evidentemente, si esa amistad se rompe, no va a producir el mismo dolor en una persona que en otra.
Últimamente suelo encontrarme con mucha gente joven que no sienten un miedo notable a perder a todas esas personas importantes en su vida, que le quitan importancia a ésta posibilidad, o que incluso afirman que le dan más importancia a sus propios objetivos en la vida sin mirar posibles consecuencias.
Me diréis: ''Es que tú mismo y tus propios objetivos deberían de ser más importantes que los demás'', y yo os contesto: ''Sin los demás no seriamos nosotros mismos''.
Sé que ésto es mi mera opinión, y no supone una verdad absoluta, pero creo que muchos desconocen lo que supone el sentimiento de soledad, y con ello no me refiero al tipo de soledad momentánea que disfrutamos todos en algún momento, no. La soledad a la que me refiero es aquella que se experimenta cuando no tienes ningún apoyo real de nadie, sólo te tienes a ti mismo para afrontar cualquier tipo de nueva situación difícil. Es cierto que a veces contigo mismo te es suficiente, pero hay otras veces que no te basta. Hay cantidad de ocasiones en las que verte desamparado te cambia, dejas de ser tú para convertirte en alguien vacío, sin ilusión por vivir; que no logra salir del hoyo si no aparece alguien con el suficiente interés para rescatarle. Ésto es algo real que le ocurre a muchas personas, sobretodo a personas mayores, y que nos podría pasar a todos en algún momento.
Siempre va a ser importante luchar en la vida por tus propios objetivos, pero no le restemos importancia al hecho de perder posibles vínculos, porque las personas nos necesitamos los unos a los otros.
He puesto más veces el mismo ejemplo, pero que sepáis que la gran mayoría de personas que están pasando por los últimos días de su vida no le dan tanta importancia a los objetivos profesionales o experiencias que han podido vivir. En ese momento lo que más te ayuda, lo que más valoran los pacientes, es sentirse acompañados por gente que les quiere; piensan que su vida ha merecido la pena por esas personas.
Querer, querer mucho a otras personas a lo largo de vuestra vida; e intentad no perder a gente que de verdad os quiera de vuelta.

sábado, 22 de abril de 2017

Tiempo

No sé si hay más gente como yo que tienen una madre o alguna persona en su vida que constantemente repiten: ''Tienes que aprovechar más el tiempo''. Quería escribir sobre todas las ideas encubiertas que podemos encontrar en el trasfondo de esta simple frase, y la frustración que puede producir a una persona.

Decidme, ¿Cual es el tiempo aprovechado? Creo que no existe una respuesta global a esta pregunta, por eso todos los posibles pensamientos que se os vengan a la cabeza son válidos.
Últimamente se concibe como respuesta correcta todo lo que tenga que ver con dedicarle horas a estudiar o a trabajar; al menos podría definir de esa forma la manera en la que piensa mi madre.

Si creéis que el tiempo mejor aprovechado es aquel que te enseña o muestra cosas nuevas, os rebato esta teoría afirmando que la mayoría de las cosas que aprendemos en algún momento de nuestra vida se acaban olvidando ¿De qué sirve gastar días aprendiendo reglas de trigonometria cuando vas a dedicarte en un futuro a traducir libros, y no las vas a recordar en un par de años? Y esta pregunta es sólo un ejemplo. Lo único que no se suele olvidar nunca (salvo enfermedades de por medio) es lo que nos marca, lo que nos interesa, lo que disfrutamos.

 Mi  visión, y aclaro que ésto no dicta nada, es que el tiempo mejor aprovechado debería de ser aquel que se emplee haciendo cosas que te hagan feliz. Si te hace feliz aprender o estudiar algo específico, estas aprovechando tu tiempo perfectamente; de la misma forma que si estas jugando un  juego interesante o estas tomándote un café con tus amigos. Todas las horas que pasas haciendo cosas que te gustan, son horas aprovechadas; la actividad no debería de influir.

Por otra parte, para no confundir conceptos, ésto que he dicho no anula el hecho de que a veces hay que hacer también cosas que no te apetecen para poder dedicarte en el futuro a algo que realmente quieres. Quizás ésto no sería en sí tiempo aprovechado de forma directa, pero sí con un potencial bastante claro en vista a una meta de futuro que te hará feliz.

Éstos párrafos son una forma de recordarme a mí misma y a todas las personas que puedan leer esto, que no deberíamos de sentirnos culpable por decir ''no voy a estudiar/trabajar hoy, prefiero salir o despejarme un rato''. Si no pensamos nunca en el futuro, es cierto que seriamos unos irresponsables; pero si no pensamos nunca en el presente... nos arrepentiremos si nos encontramos que no tendremos ese futuro planeado. La vida es imprecisa e incierta para no disfrutarla a diario y sólo centrarnos en obligaciones o metas a largo plazo.